Al comienzo, todos se entristecieron por la muerte de uno de sus compañeros, pero después empezaron a sentir curiosidad por saber quien era el que estaba impidiendo el crecimiento de sus compañeros y la empresa. la agitación en el área deportiva era tan grande que fue necesario llamar a los de seguridad para organizar la fila en el velatorio.
Conforme las personas iban acercándose al ataúd, la excitación aumentaba: ¿Quén sería el que estaba impidiendo mi progreso? ¡Qué bueno que murió el infeliz!
Uno a uno, los empleados agitados se aproximaban al ataúd, miraban al difunto y tragaban en seco. Se quedaban unos minutos en el más absoluto silencio, como si les hubieran tocado lo más profundo del alma.
Pues bien, en el fondo del ataúd había un espejo... cada uno se veía a si mismo... con el siguiente letrero: "Sólo existe una persona capaz de limitar tu crecimiento: ¡Tú mismo!"
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